Durante años se desempeñó en el Poder Judicial de la provincia de Buenos Aires, construyendo una carrera sólida dentro del ámbito legal. Sin embargo, con el paso del tiempo, sintió que algo faltaba.

"Estaba atrapada en una rutina que no me representaba más", contó en una entrevista reciente. Fue entonces cuando tomó una decisión que sorprendió a su entorno: renunció a su trabajo estable, vendió sus pertenencias y se compró un pasaje a Nueva Zelanda.

Allí, su primera ocupación fue tan inesperada como desafiante: trabajó en la cosecha de kiwis.

En sus primeros meses vivió en un automóvil, se duchaba en baños públicos y enfrentó las dificultades típicas de quien empieza de cero en otro país.

Pero la experiencia le permitió descubrir otra cara de la vida: la autosuficiencia, la conexión con la naturaleza y la posibilidad de reinventarse.

Tras su paso por Nueva Zelanda, su espíritu nómade la llevó a nuevos destinos como Canadá y Austria, donde continuó acumulando vivencias, aprendizajes y amistades.

"No se trata de escapar, sino de ir hacia algo diferente, algo que te transforme", explicó.

Hoy, Manuela comparte sus aventuras a través de su cuenta de Instagram, donde relata su transición de abogada a viajera, y muestra su interés por nuevas pasiones, como la medicina veterinaria, a la que se ha acercado en sus últimos pasos.

Lejos de los pasillos judiciales y cerca de los caminos del mundo, la historia de Musumeci es un ejemplo de valentía, autenticidad y búsqueda personal.

Una marplatense que cambió la toga por la mochila y eligió vivir muchas vidas en una sola.